En las empresas mexicanas, el agotamiento laboral ha dejado de ser un fenómeno aislado para convertirse en una constante que pone en riesgo la continuidad operativa. Aunque este escenario se ha gestado por años, la tensión acumulada tras la pandemia, el aumento de cargas de trabajo y la digitalización intensiva han disparado los niveles de estrés en múltiples sectores.
Las industrias de salud, manufactura y servicios financieros son las más afectadas. De acuerdo con el Instituto Mexicano del Seguro Social, el 75% de los trabajadores mexicanos reportan síntomas de estrés laboral, una cifra superior al promedio global. Este desgaste tiene consecuencias directas: reducción de desempeño, incremento de errores y mayor ausentismo.
Además, estudios recientes del Instituto Nacional de Estadística y Geografía revelan que en empresas con alta presión operativa, la rotación de personal ha aumentado hasta un 38% entre agosto y noviembre de 2025. Esta movilidad forzada no solo impacta las finanzas corporativas, sino también el clima organizacional y la atracción de talento.
Presión laboral y deterioro organizacional
La presión constante en sectores como tecnología y atención al cliente ha derivado en jornadas prolongadas y falta de pausas activas, según asociaciones laborales consultadas. En consecuencia, las áreas de recursos humanos comienzan a implementar programas de bienestar más estructurados, aunque con resultados dispares entre grandes corporativos y pymes.
Del mismo modo, expertos en gestión empresarial advierten que, sin una intervención clara, este fenómeno se convertirá en un obstáculo estructural para la competitividad del país. La NOM-035, diseñada para evaluar riesgos psicosociales, aún no se aplica de forma efectiva en una mayoría de centros de trabajo.