En teoría, las regulaciones fortalecen instituciones y brindan confianza. Pero en México, el exceso de normas y trámites ha mostrado un efecto contrario: desalienta la inversión y retrasa proyectos clave para el crecimiento.
Dentro de su columna nacional en Crónica, Juan Manuel Jiménez describe cómo la burocracia amplía espacios para la discrecionalidad. Subraya que la acumulación de reglas no implica mayor eficiencia, sino que incrementa costos y dificulta la innovación.
El caso de las bebidas energéticas
Jiménez recuerda la intervención del senador Ricardo Monreal en la Comisión de Salud, donde defendió la prohibición de vender bebidas energéticas a menores. El episodio evidenció cómo iniciativas con enfoque social pueden volverse debates sobre la pertinencia de añadir más restricciones a sectores productivos.
El columnista advierte que, sin análisis previos de impacto, la regulación pierde sentido. La ausencia de evaluaciones costo-beneficio impide distinguir entre normas útiles y disposiciones que entorpecen la actividad económica.
Jiménez sostiene que simplificar trámites y digitalizar procesos es vital para evitar que la regulación se transforme en freno estructural. México necesita que sus normas sean aliadas del desarrollo y no un obstáculo constante.
Datos del INEGI confirman que más de 1.2 millones de unidades económicas se han formalizado en el país desde 2023, una señal de que el espíritu emprendedor persiste incluso frente a la complejidad regulatoria.
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